Aquella
- María Lucía Medina
- 12 abr 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 29 abr 2019
Que bella ironía cuando ella casi de rodillas imploró un amor que no le pertenecía y que tan solo hasta hoy consiguió ser idóneo de sus deseos y pensamientos.
Que locura esa de amar cuando te pidieron a gritos hacerlo un buen tiempo atrás y que tortura que justo ahora juegues a comprender un pasado que ya no es.
Bienvenidos al relato de la que fue aquella.
Tiempo atrás, justo cuando nadie apostaba nada, ellos se valían no más de coqueteo y finos cumplidos. Para entonces la juventud agobiaba sus deseos, la inexperiencia arruinaba el goce y cada inseguridad se hacía más grande con el pasar de los segundos; segundos mismos que más que incertidumbre daban visos del funesto que se venía venir.
Todo parecía oscuro, todo se veía confuso y cuando el alma es reflejo de la penumbra nunca consumirás tanto tiempo como el que aquí sentiste perdido.
-¡Basta de jugar!
-No ves que desde esa vez aquella está sufriendo. -No.
-No ves que desde esa vez aquella agoniza desilusionada. -No.
¿No has notado todo lo que aquella ha hecho por ti? de seguro lo anterior era gritos de la conciencia ya harta de soportarla.
Hace un tiempo ella amaba a un hombre, moría por decirle que quería ser la mujer de su vida, moría por él. -¡Basta ya de ser aquella!, se gritaba a sí misma y cuando la valentía le ganó, osada salió tras él y como cachetadas inesperadas declaró tanta poesía que había hecho para aquel. Sí, aquel.
Que tristeza que en eso terminara su talento, que furia que ella misma lo dañara.
¿Será justo para el amor herir al otro que con deseo anhelabas sanar? ¿Será enfermizo que al llegar a tu objetivo el hombre amado se vuelva aquel?
No hay que decir más para entender que en ese momento se dio cuenta que ella misma se había sumido en la penumbra, y cuando su valor se decidió y por fin salió solo trasladó cada fragmento de su angustia al ser que más amó.
Los papeles se cambiaron, ella se quitó ese apodo que la hacía nadie; todo mal en vano dejó de sentirse, todo sacrificio había valido la pena, todo dolor sentido había sanado. En ese momento aquella desapareció, aquella mujer se quitó ese peso que no la dejaba ser ella misma, aquella dejó de ser solo una apodo y con ese poder lo rotuló aquel,
Y la historia se repite con otros protagonistas.

Comments