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La cita del año

  • Foto del escritor: María Lucía Medina
    María Lucía Medina
  • 29 jul 2019
  • 2 Min. de lectura

Nuevamente como quien vive en una chick flick estamos los dos compartiendo una pijama de hombre a media luz. Eran las 7:43 de la noche, había una pizza grande, y pensábamos ver la misma película que ambos amamos repetir cada año; ese era el plan que propiciaba las fechas especiales. Fue una semana larga, fue pesado el tráfico, solo pensaba en que la pizza no se enfriara mientras lograba hacer que la película no se pausara consecutivamente por las fallas de internet y entretanto él estaba acomodando el sofá-cama donde dormíamos a diario en ese pequeño y barato apartaestudio de 25 metros en el centro de la metrópoli. No los juzgo si piensan que es carente de lujos y no digno de una fecha especial, no los juzgo si jamás pensaron pasar así un aniversario, sin embargo los invito a vivir ese momento como yo, el mejor puto día del año.

Quedaron dos pedazos de pizza que decidimos meter en el minibar que hacía a su vez de mesita de noche, allí bien al fondo detrás de unos huevos y la leche de almendras que finjo que me gusta, había una botella de vino tinto, -Ramón Bilbao o algo así-, yo no sé de eso pero a él le encanta. Bastó una mirada cómplice, una sonrisa coqueta y esas ganas de intimidad para poner esas canciones que nos han acompañado tantos años y decir salud mirándonos a los ojos. Esa noche bailamos, nos tomamos fotos, nos juramos amor eterno, jugamos cartas, lloramos y reímos hasta que nos dolió la cara y la barriga.

Difícilmente tenemos más de una cita al año, difícilmente salimos de la rutina y aún así apartamos ese día solo para nosotros, para celebrarnos. Puede que ustedes esperen esas rosas y chocolates en la puerta de la oficina, puede que ustedes esperen serenata, restaurantes de lujo o regalos costosos; pero yo y de seguro él, nos gastamos todo el año pensando cómo sería esa nueva canción que me cantaría y ese escrito que yo le haría, de qué sabor sería la pizza y si nuestros ojos mantendrían ese brillo luego del amor.

Nos dieron las 2 de la mañana, se acabó el vino, la batería del portátil y la cera de las velas; tomamos esa pizza que habíamos guardado, continuamos cantando como en concierto y fuimos a la ventana por un cigarrillo y al mirar al cielo; nos hicimos uno al lado del otro, lo abracé por la espalda y su mano atravesó mi cabello, tocó mi cintura y bajó un poco más, me dio un par de besitos y miramos la luna llena, no me hacía falta nada más para sentirme completa, teníamos donde dormir juntos, comida, música y yo lo tenía a él. ¿Comprenden mi felicidad cuando nos decimos Tenemos una cita? les deseo una igual.


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