La mesa coja
- María Lucía Medina
- 10 oct 2019
- 2 Min. de lectura
Como si fuera a escondidas cuando cayó la noche nos refugiamos del frío en una cafetería ordinaria del centro. Aunque no le di tanta importancia podría darles muchos detalles del lugar para que se hagan una idea. Hacía frío, como siempre en estas fechas, el sitio es algo corriente y barato; el café estaba muy rico, el paisaje es algo rústico y como quien pretende entender tendencias modernas del arte todo aquello que fuera basura allí se volvía decoración. La simpleza transformó los desperdicios en adornos pulcros y sin pretender nada extravagante sitios como esos hacen la diferencia en muchos contextos, el sitio no se robó el show más que el encuentro, como debe ser. De igual manera si son como yo, solo les hubiera preocupado la mesa con desnivel que escogieron y la posibilidad de que todo sobre ella se cayera con cualquier mal movimiento.
No sé cuánto tiempo estuvimos allí, tuvimos una conversación volátil, divertida y sensual... Dejamos mucho a la imaginación y eso me puso a volar mil pensamientos de lo que realmente quiero de él y las intenciones de volver y vivir así sea un ratito del día un encuentro delicioso. También, viene bien tener algunos espectadores cuando la tensión sobrepasa los límites del disimulo y con él siento que no puedo disimular lo suficiente.
Procuro mantenerme íntegra y dispuesta, solo que no puedo evitar caer ante esa forma que tiene de mirarme. Siento que me toca y me atraviesa con los ojos y yo, espero poder provocarlo lo suficiente para que siempre quiera hacerlo.
Seducción y coqueteo claro, puro y directo, sin arandelas, con algunos eufemismos que solo muestran competencias elementales del un lenguaje prudente; galantería que funciona para mi, sin tapujos y estigmas, que confronta tradiciones y roles establecidos, que dice lo que quiere tan claramente que sería un desperdicio rechazarlo.
Así las cosas mi única esperanza es que siempre tenga esa sonrisa y las manos calientitas para cuando nos veamos, dejemos que todo sea sorpresa, tomemos el riesgo de evitar planear y esperar, juguemos a la ruleta cuando pregunten sobre ilusiones y expectativas, vayamos un paso adelante de las posibilidades y dejémonos sorprender de todo eso bueno que vine después de tomar un rico café y una buena charla, así sea en una mesa coja.
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