Caos

Desorden. Inconformidad. Confusión.

El mundo se disuelve ante grandes niveles de incertidumbre, de miedo.

La gente se limita y se acobarda ante los cambios.

Otros salen victoriosos y valientes en luchas que no les corresponden y al final, solo aquellos estrategas sobreviven a la vorágine.

La precipitación hacia el desastre, el ansia de resolver un futuro que no podemos predecir y la impotencia hacia lo hechos pasados que no previmos. Hoy nos hemos llenado de mil nuevos estereotipos, de nuevas formas de hacer las cosas, de la renovación tecnológica y el arte de sobrellevar sentimientos en la distancia.

Nos prohibieron salir, nos prohibieron mostrar la sonrisa, nos prohibieron tocarnos a cambio de soluciones y novedad. Pusieron en las cabezas a los que llevan años esperando la oportunidad de mostrarse y en la calle a los que refutaron los cambios. Estipularon normas absurdas, dieron protagonismo a banalidades y sumergieron a la fuerza las cabezas del cambio; es una cadena de desafortunadas pérdidas. También, callaron a los revoltosos, ascendieron a los aduladores sin escrúpulos y le taparon los ojos a los obreros con falsas promesas y resultados maquillados.

La gente cedió y se arrodilló a los poderosos y no siendo suficiente alabó a los altruistas arrancándoles el significado mismo de su labor.

Son pocos los honestos, los sabios, los que sin miedo al cambio enfrentan el mundo con la frente en alto y los pies firmes. Son pocos los que alzan los puños y ven más allá, los que no se dejan minimizar por ineptos con poder, los que llevan su vida preparándose para contrarrestar la intemperie metafórica, son pocos los que aprovecharon la crisis para revolucionarse a sí mismos y aunque sean pocos en el mundo, el llamado natural los une; esos inadaptados y marginados para muchos, son los que transformarán la realidad porque el caos no es un problema, es simplemente lo que llevan esperando toda su vida.

Romantizando el mierdero, en épocas de Coronavirus.